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Activismo social y político x Pablo Hijar.

Reconocimiento SOS -piscinas municipales de Zaragoza-

Discurso XVIII Gala del Deporte «Ciudad de Zaragoza»

No es fácil escribir con admiración de quienes apenas conoces. Menos aún cuando la admiración se dirige a todo un colectivo del que, cuanto más conoces, más admiras. Por no hablar de que el colectivo al que nos referimos se compone de socorristas, y cuando los tratas, el reconocimiento para cada uno de ellos se eleva exponencialmente junto al colectivo al que representan.

Hoy quiero agradecer a quienes, hasta mi llegada a la Concejalía, apenas daba importancia. Las y los socorristas históricamente están llenos de imágenes y estereotipos poco afortunados. Ni están de fiesta, ni se divierten en su jornada laboral. Lo he aprendido aquí, como Concejal, con ellas y ellos. He aprendido la importancia de su labor, del estrés que puede generar una piscina con 100 personas en movimientos de todo tipo, o la libre quietud de un bañista. He aprendido de la concentración necesaria para intervenir en una situación leve, grave, o muy grave. He comprendido que sin ellos la tasa de mortalidad de las piscinas se multiplicarían; que la natación, o el simple hecho de refrescarnos en verano pueden convertirse en algo peligroso.

Pero no es así, y no porque existan ángeles de la guarda. No es así porque tenemos profesionales de primera magnitud en cuanto a preparación y capacidad. Esos profesionales que deambulan por las piscinas, observando pacientemente. Diferenciando de entre todo tipo de usuario de la instalación, discriminando entre quienes necesitan vigilancia, de quienes la necesitan de forma especial. Todo esto en piscinas climatizadas, o de verano. Todo a fuertes temperaturas, y muchas veces con grados de humedad desagradables, además, claro, de estar expuestos durante 8 horas diarias a productos químicos que no son precisamente saludables. Lo que un día excepcional, o ratos concretos, nos parece divertido es una profesión llena de dignidad para otros.

Como tengo cierta tendencia a hablar demasiado, y la ocasión hoy merece no callar, paso a explicaros que desde el Ayuntamiento de Zaragoza queremos homenajear a todos los socorristas que nos acompañan en la actividad deportiva. Tanto en la natación competitiva como en la recreativa.

Dicho esto, hemos invitado en representación del colectivo, aquí, hoy, y ahora, a las socorristas que trabajando en instalaciones municipales, y durante los últimos dos años, se han visto en la situación de tener que realizar intervenciones de envergadura, en algunos casos graves, para los usuarios y usuarias de nuestras instalaciones.

Os cuento:

Monica Marín, socorrista del CDM Palafox.

María Santos, socorrista del CDM La Granja.

Sandra Garcia, socorrista del CDM La Granja.

Elena Espinosa, del CDM José Garcés.

Jorge Lagunas CDM Duquesa Villahermosa.

 

SANDRA GARCÍA Y MARÍA LAGUNAS

Quién les iba a decir a Sandra Garcia -estudiante de Magisterio de Primaria y árbitro de salvamento-, y a María Santos -estudiante de Derecho,- que la tarde del 15 de junio de 2017, aproximadamente a las 18 horas, iban a verse envueltas en una vorágine de acontecimientos de los que iban a resultar protagonistas. Estas dos jóvenes de apenas 20 años y que con su ejemplo cuestionan los constates ataques a la falta de iniciativa de su generación.

Era una tarde muy calurosa, con la piscina llena de gente, de ruido, y de actividad. Tras dar una vuelta al perímetro de la piscina olímpica, y al llegar a su puesto de control, de repente observaron varios brazos señalando en señal de emergencia. A una distancia, de unos 35 metros, lo que imposibilita oír, en medio del jolgorio general de una piscina.

De repente, como un resorte, pasaron a la acción. Saltaron al unísono de su puesto de control, y en perfecta coordinación, decidieron en décimas de segundo que María se dirigía inmediatamente al lugar del accidente, mientras Sandra iniciaba el “protocolo de emergencia vital” a través del walky. La vida de una persona en parada cardiorespiratoria -como era el caso- puede depender de un segundo y el protocolo ordenado por Sandrá y Maria, que funcionó a la perfección, incluye las siguientes cuestiones:

La taquillera: llama inmediatamente al 080 de Bomberos.

Funcionarios de la instalación: apartan a la gente, evacúan la piscina.

Personal de Mantenimiento: abre las puertas, espera a la ambulancia y le da paso a la instalación.

Socorrista: actuáis.

Cuando María llega, los usuarios han sacado del agua a una niña de 15 años supuestamente en parada. Maria lo percibe así, e inmediatamente empieza la RCP al darse la posibilidad de estar en parada. Ella hace las insuflaciones, inmediatamente después aparecen dos enfermeras usuarias de la instalación a colaborar, y a las que desde aquí queremos agradecer su intervención. Con masaje cardíaco en dos ciclos de 30 compresiones y 2 insuflaciones, sin necesidad en este caso del uso de desfibrilador. Empieza a reaccionar en el segundo ciclo en el que aparece el pulso, que es cuando la ponen en posición lateral de seguridad, controlando las constantes vitales. Hasta que llegó la ambulacia en 5 ó 6 minutos.

Los bomberos inmediatamente la metieron en la camilla, estuvieron 20 ó 25 minutos “eternos” para María y Sandra, sin saber lo que ocurre, se va la ambulancia, y es cuando la adrenalina se dispara y son conscientes de lo que acaba de ocurrir.

Hasta el día siguiente no supieron del estado de la enferma. Preguntando a su jefe en días sucesivos, este les informa del estado de salud de la usuaria, hasta su alta definitiva. No solo se ha hecho todo lo que se ha podido, además, y finalmente, ha salido bien.

Hubo un momento especialmente duro, que fue la reapertura de los vasos para el baño. El calor y la presión de los usuarios determinaron la reapertura, una vez que se fue la ambulancia. Sin apenas descanso, con la tensión propia de la situación, agotadas, y sin ningún ánimo, decidieron volver a abrir. Lo que era un momento muy duro en lo humano, acabó siendo el mejor de los momentos, y que nunca olvidarán. Sin que nadie dijera nada, se presentaron en la instalación sus compañeros: de los 6 socorristas que había en ese momento descansando por cuestión de turno, 5 de ellos se presentaron inmediatamente en la instalación. Mientras unos se vestían y se hacían cargo de las tareas de socorrista en la piscina, otros acompañaron a María y Sandra a sus casas. A eso se le llama solidarizase con una compañera de trabajo y alcanzar cotas de humanidad, a la altura del sacrificio de María y Sandra.

Fue una noche dura, las imágenes iban y volvían. Pero por encima de todo, habían actuado de forma humana y profesional.

Enhorabuena por vuestra intervención, vuestra ciudad se siente orgullosa de vuestra labor.

 

MÓNICA MARÍN

Mónica Marín es socorrista en el CDM Palafox para hacer sustituciones. Mientras por la tarde es Coordinadora de piscina en Bodyfactory con 9 empleados a su cargo.

A sus 31 años tiene una hija con un 86% de minusvalía y tres chicos, uno de 10, y unos gemelos preciosos de 7 años.

Toda su vida ha estado vinculada al deporte. Tiene formación en Actividades físico-deportivas en el mundo natural, Comercio y Marketing y quiromasajista. Es además entrenadora de baloncesto, profesora de natación y monitora de tiempo libre.

El 13 de febrero a las 9,20 horas, desde su puesto, observó a Rafael, al que conocía como usuario habitual de la instalación. Ese día Rafael había acudido antes y sin su pareja, que lo acompañaba habitualmente.

De repente ve caer a su 1,90 de altura sobre sus rodillas, para inmediatamente después caer sobre su propia cara. El golpe la impresiona mientras se acerca a la máxima velocidad posible. En cuanto su compañero Richi y ella lo valoran, son conscientes de que ha entrado en parada, mientras sangra profusamente por la nariz tras golpearla a peso sobre el suelo, además de tener los ojos inyectados en sangre.

También aquí existe un protocolo. Mónica envió a su compañero a por el material para estos casos -mascarilla, desfibrilador, ambú, etc- además de instarle a llamar a los servicios de emergencia urgentemente. Mientras tanto, Mónica inició las maniobras necesarias para recuperar la vida de Rafael.

Mónica sabe que es cuestión de segundos la vida de Rafael. Por eso realiza todo con el mayor ritmo, sin perder la precisión necesaria. Mónica no estuvo sola. Contó con el apoyo de Juan Carlos Benito funcionario de la instalación y tambien con la titulación de socorrista; y de un compañero de mantenimiento -Richi-. Gracias a la pericia de ambos, y sobre todo a la de Mónica, le pusieron los parches del desfibrilador sin parar la maniobra de reanimación ni un solo instante.

Hubo dos descargas con el desfibrilador, dos golpes intensos, En el primero de ellos Rafael recuperó la respiración de forma agónica. Cambió de color tras elevar sus piernas al aire como si la ley de la gravedad fuera inversa,

Tras cinco minutos eternos en los que ella no tuvo percepción del tiempo, llegaron los bomberos, y les dejó paso. Estos tomaron el relevo de las maniobras durante 45 minutos más. Máximo agradecimiento, una vez más, a los bomberos de nuestra ciudad. Como no podía ser de otra manera, el médico de bomberos la envió rápidamente a hacerse análisis, ante la falta de protección para la situación en la que intervino. Por suerte, todos fueron negativos, aunque hasta mayo de este año Rafael deberá seguir pasando por revisiones.

Una vez abandonada la primera línea de reanimación, la tensión se disparó, brotaron los nervios y empezó el balance sobre su propia actuación. Cuando le pregunto a Monica, afirma que se dio cuenta de todo cuando la ambulancia se alejó con Rafael. Hasta ese momento simplemente, siempre según ella, actuó como ordenaba el protocolo de los cursillos. Insisto, no es así. Omitió lo que conocía como elementos de su propia seguridad por tratar de salvar la vida de otra persona.

Al día siguiente acudió a trabajar, aunque la empresa, a la que agradecemos su comportamiento, le ofreció descansar. Quiso recuperar la normalidad y superar el trauma inmediatamente. Así fue, vuelta a la normalidad, excepto por las llamadas anónimas a la UCI a interesarse por Rafael.

Hasta que unos meses después se volvió a personar Rafael en el CDM para nadar. Éste fue directamente a por Mónica y la abrazo de forma profusa. No sabe cuánto tiempo fue, pero Rafael le transmitió todo su agradecimiento de una forma fraternal. A día de hoy siguen viéndose en la instalación. Rafael nada tranquilo sabiendo que está en las mejores manos posibles. En Navidad le regaló un aguinaldo navideño con los mejores sabores posibles para la persona a quien tanto agradece su labor.

A Mónica, durante toda su vida, la acompañarán las palabras de la compañera de Rafael después del abrazo de reencuentro. “Yo te lo agradeceré toda la vida, pero mi marido te lo agradecerá eternamente”.

 

JORGE LAGUNAS

Jorge, a sus 37 años, es socorrista en el Centro Deportivo Municipal Duquesa Villahermosa. Su llegada al oficio nada tiene que ver con la de la mayoría de sus compañeros. Simplemente le empujó la crisis. Se quedó sin trabajo e hizo un curso para poder tener opciones de optar como socorrista a un empleo.

Grado superior en imagen y Grado de información y documentación. Tiene una hija.

Situado en su puesto de control, un usuario lo avisa de que en el vestuario otro usuario se había desvanecido. Niceforo, así se llama el usuario afectado por la parada, se desvaneció tras ducharse, después de estar hora y media haciendo bicicleta estática.

Al verlo, inmediatemente Jorge vio la gravedad de la situación -parada cardiorespiratoria- e inició el protocolo de emergencia.

Fue corriendo a por el equipo de reanimación al botiquín e inició la RCP. Jorge, compañero de la instalación, le ayudó en todo momento. Realizó dos ciclos, incluyendo las descargas del desfibrilador. En el segundo de ellos, Niceforo volvió a vivir, recuperó la respiración e inconscientemente gritaba, mientras escupía sangre.

Tras 8 minutos eternos llegaron los bomberos, que sin duda merecen también nuestro homenaje. Ya en sus manos, a Jorge se le disparó la adrenalina. Según el mismo afirma, fueron 8 minutos “con visión túnel”. No existía nada más que Niceforo. Jorge reconoce haberse comportado como un “autómata”. Aunque con la satisfacción de estar a la altura de las circunstancias en una situación tan estresante.

Los bomberos se van dejando claro que se llevan un paciente vivo, además de advertirle de la gravedad de la situación. No hay nada definitivo, en las próximas horas de incertidumbre acabara por saber.

Lamentablemente -y hemos de decir que es la única excepción- su empresa no le dio fiesta ni ese mismo día ni el siguiente. A pesar de su estrés evidente, le dieron 20 minutos de descanso y a volver al trabajo. Insistimos en que es el único caso de todos los que desgraciadamente hemos tenido que conocer, y el único en el que la empresa se ha comportado sin la más mínima humanidad.

Pero no todos iban a ser como su empresa. 48 horas después del accidente, un hijo de Niceforo contactó con Jorge para explicarle que su padre iba avanzando positivamente. Un mes después le dijeron que tenía el alta definitiva.

Dos meses más tarde apareció Niceforo con su mujer en la piscina. El abrazo los fundió entre las lágrimas de Niceforo y las de su mujer. Jorge estuvo a punto de llorar, pero pudo más la alegría de verlos bien.

Gracias por todo, Jorge.

 

ELENA ISABEL ESPINOSA BONDÍA

43 años. 2 hijos, un adolescente de 15 y una niña de 6 años.

Tiene el título de socorrista desde 1992, y viene ejerciendo desde entonces.

Le faltan dos asignaturas para terminar Filología Francesa.

Socorrista en el José Garcés.

Siempre le ha gustado el deporte, incluida la natación. Hizo salvamento de competición y practica triatlón. Empezó a ver el socorrismo como una opción profesional para pagarse los estudios. Además de que le gusta ayudar a la gente.

El 12 de abril de 2017, mientras estaba en su puesto de vigilancia, observa que Mariano ha llegado una hora antes. Se conocen y se sabe sus constumbres. Ese día llegó antes, probablemente al ser festivo.

De repente observa cómo Mariano se desvanece en el agua. Lo observa en posición vertical. Parece que ha intentado aferrarse a una corchera, pero no ha podido. Elena salta como un resorte y, mientras lo saca del agua, es consciente de que existe parada cardiorespiratoria. Así que, en cuanto sale, inicia el protocolo de emergencia.

Mientras un compañero acude a por el desfibrilador y todo lo necesario para la RCP, ella inicia las maniobras de reanimación, sin la preceptiva máscara protectora. Es consciente de que debe esperar para protegerse con ella, pero también es consciente de que la vida de Mariano puede depender de unas décimas de segundo.

Así que, cuando llega el desfibrilador, ha hecho ya dos ciclos de 30 compresiones y dos respiraciones. Posteriormente, otros dos ciclos con descarga de desfibrilador incluida.

En ese momento el accidentado vomita comida, sangre y agua sobre los propios socorristas. Transcurridos aproximadamente 10 minutos llegan los bomberos que se hacen cargo de la situación.

Aunque no tiene constancia del tiempo, tras su intervención, los bomberos están 35 minutos más intentando reanimar a Mariano. No parecen lograrlo. Todo apunta a un aneurisma de aorta, mortal en la inmensa mayoría de los casos.

Al poco fue consciente de lo peor. Mariano había muerto. La incredulidad se apoderó de ella. Lloró desconsolodamente mientras repetía en su mente los pasos dados. Estaba todo bien hecho, pero el resultado final no es el esperado. Trataba de buscar consuelo y explicación en los bomberos, que no podían consolarla. Eso sí, el médico que acompañaba la ambulancia trató de explicarle que debía vacunarse contra la hepatitis y pasar controles médicos -el último finaliza en marzo de 2018-, y que había hecho todo lo posible, pero no siempre basta con los posible. Por lo demás y por suerte todos los controles dan negativo y Elena parece estar libre de cualquier enfermedad relacionada con su intervención ese día.

Ella recuerda cómo fue el forense quien la tranquilizó. En su opinión no había nada que hacer, y aún así se hizo todo, y un poco más, a costa de ponerse en riesgo ella misma.

Sacó fuerzas no sabe de dónde, que le permitieron salir a dar el pésame a la familia de Mariano. Tras el entierro, uno de sus hijos fue a agradecerle todo lo que hizo por su padre. Ella sigue pensando en la pérdida que supuso para la familia de Mariano.

Al día siguiente fue a trabajar. No quería dudar, era la misma profesional que cuida de los usuarios del Centro Deportivo Municipal José Garcés. No había miedos, ni recuerdos paralizantes. Sigue siendo una gran profesional y una gran persona.

Gracias por todo, Elena.

 

Espero que este pequeño reconocimiento de vuestra ciudad sirva para hacernos conscientes, a todos y todas, de lo importantes que sois. Que al margen de todas las pequeñas cuestiones que solventáis en el día a día, estáis preparadas para salvar vidas, y lo hacéis. Vuestra preparación, presencia, y profesionalidad merecen ser compensadas con unas condiciones laborales a la altura de vuestras prestaciones.

Ahora que conozco vuestro trabajo, os traslado mi admiración y confianza en vosotras. Contad con todo mi apoyo. Gracias.

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